Introducción. Sobre fotografía, arquitectura e interiorismo.

Tuve un profesor de iluminación al que le gustaba recordarnos que en ausencia de luz hay oscuridad y que lo que no se ve, no existe. 

Esta es la clave de la fotografía, visibilidad, con mayúsculas: 

VISIBILIDAD

 

La arquitectura y por ende, el interiorismo, son artes estáticas en su mayoría, aunque como en casi todo, hay excepciones (véase, por ejemplo, el festival Concéntrico de arquitectura efímera). Y es una lástima el reducir a unos pocos que se acerquen a observar insitu, la suerte de contemplar la construcción en sí (por no hablar de viviendas en las que únicamente una familia gozará del privilegio).

Aquí, la fotografía es donde juega su órdago.

“La fotografía de arquitectura es uno de los instrumentos de comunicación más importantes para arquitectos y diseñadores. Da vida a espacios y edificios e ilustra su uso integrándolos en un marco espacial. Es la herramienta definitiva para su percepción y marketing” (1)

Por supuesto, no vale cualquier fotografía. Asegura Susan Sontag, en su tratado “Sobre la Fotografía” (Alfaguara, Mexico, 2006), que “fotografiar es conferir importancia”. Hoy en día, todxs contamos con una cámara en el teléfono y también hay quien se hace llamar fotógrafx por tener una réflex. Quizá, hacer unas fotografías vacacionales “bonitas” está al alcance de estxs autodenominadxs “fotógrafxs”, pero la Fotografía Profesional, es otra historia y en concreto, la fotografía arquitectónica, es una de las más técnicas. 

Tanto la arquitectura como el interiorismo traman un juego de líneas, volúmenes, luces y sombras que han sido meditadas en profundidad por el/la profesional que las proyecta. Las imágenes encargadas de ser embajadoras de cada construcción, deben ser fieles a estas formas y poner en valor a quien con tanto mimo las ha hecho realidad.

“Lxs arquitectxs diseñan edificios, lxs fotógrafxs de arquitectura diseñan su percepción” (1)

Una buena fotografía de arquitectura, nace del diálogo fotógrafx/arquitectx. Crece con la observación del espacio arquitectónico en sí y de la atmósfera y entorno que lo rodea. Y se reproduce mediante el cuidado de sus verticales y horizontales, de la luz que más enriquece sus volúmenes y del ojo del/la fotógrafo/a que con su experiencia y conocimiento, puede sacarle el mejor partido.

(https://www.loopdesignawards.com/100-most-inspiring-architecture-photographers/) (1)

En 2019 tuve el privilegio de fotografiar La Ricarda, también conocida como Casa Gomis, baluarte del racionalismo Catalán.  Diseñada por el arquitecto Antonio Bonet Castellana (1913-1989), en estrecha colaboración con los propietarios Ricardo Gomis y su esposa Inés Bertrand Mata. 

El diálogo, que tanta importancia tiene entre el artífice del proyecto y la fotógrafa, en este caso, lo obtuve de una de las descendientes de los propietarios, en la actualidad guía en las visitas de esta maravilla arquitectónica. 

Habló con entusiasmo sobre la unión asimétrica de los diferentes pabellones en una sola planta, también sobre las bóvedas del techo en equilibrio con las ondulaciones de los pinos azotados por el viento. Invitó a descubrir la sutil conexión mediante pasillos acristalados entre dormitorios, sala de estar, baños… 

Fotografía de arquitectura
Fotógrafa de arquitectura
Fotografa de arquitectura

La actual propietaria de La Ricarda, explicó que el núcleo de la vivienda está ubicado en la zona central y que está compuesto por cuatro módulos concatenados por el alero. Es aquí donde encontramos los espacios comunes; recibidor, salón, comedor y cocina. 

Los muebles que habitan toda la casa, fueron diseñados, en su mayoría, por el arquitecto y consensuados con los propietarios. Algunos son evoluciones de diseños previos de Bonet y otros se pensaron en exclusiva para esta casa.

Fotógrafa de arquitectura
Fotógrafa de arquitectura
Fotógrafa de arquitectura

En varios lugares de la vivienda se puede contemplar unas piezas de gres, que fueron diseñadas por Bonet como innovadores cerramientos.  

Fotografía de Arquitectura.

Gracias a este diálogo, cuando entré por primera vez en La Casa Gomis, supe hacia dónde dirigir la mirada y dónde colocar mi cámara para comenzar el relato. Supe la importancia que el entorno poblado de coníferas tuvo en el diseño de la vivienda y el porqué de sus techos abovedados. Pude contemplar con admiración los muebles, sabiendo que se habían diseñado ex profeso para La Ricarda y entendí la razón de los carteles de “por favor, no sentarse” que dormían en cada sofá del salón. Pude imaginar, no sin cierta “nostalgia de lo no vivido”, los conciertos y recitales que ahí se celebraban y las interminables y seguro interesantes reuniones del “Club 49”.

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